ISSN 2007-734
Facultad de Psicología
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
Copyright © 2025 UARICHA
UARICHA, 2025, 23, 1-14
Recibido: 11 de diciembre del 2024. Aceptado: 9 de julio del 2025
Correspondencia: Daniela de León Castellanos (†). Universidad De Guanajuato. México. Correo electrónico: danieladeleoncastellanos@gmail.com
UARICHA, 2025, Vol. 23, pp. 1-14
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Influencia de los estereotipos de género en la infradetección del TEA en
mujeres adultas mexicanas
Influence of gender stereotypes on underdetection of ASD in Mexican adult women
Daniela de León Castellanos (†) ORCID: https://orcid.org/0009-0004-3005-3020
Universidad De Guanajuato
Resumen
Este estudio explora experiencias de mujeres con
Trastorno del Espectro Autista (TEA), así como los
estereotipos de género que los expertos asocian a la
sintomatología del TEA en mujeres y su posible impacto
en el infradiagnóstico del TEA en mujeres. Se llevaron a
cabo dos estudios. El primero, cualitativo de tipo
exploratorio, enfocado a describir la experiencia de la
mujer con TEA con relación a su diagnóstico (n=4,
edades de 24, 36 y 48 os). Los resultados de las
entrevistas semiestructuradas arrojaron una serie de
estereotipos en relación con posibles síntomas de TEA.
Para documentar la posible existencia de estereotipos
de género en expertos en diagnósticos de TEA (n=7), se
llevó a cabo un segundo estudio de redes semánticas.
Los resultados muestran que factores como las
barreras de comunicación, el camuflaje social, la
percepción estereotipada de las mujeres como
“tranquilas” o “pensativas” y la desviación de la
explicación de sus síntomas hacia temas de orientación
sexual o rasgos de personalidad contribuyen al
infradiagnóstico. Además, se identificó la influencia del
adultocentrismo y la limitada sensibilización hacia la
salud mental en entornos familiares. Este estudio
resalta la necesidad de educar sobre neurodivergencias
y la importancia de conocer la asociación entre los
estereotipos de género y el infradiagnóstico de TEA en
mujeres.
Palabras clave: Trastorno del Espectro Autista,
estereotipos de género, infradiagnóstico.
Abstract
This study explores the experiences of women with
autism spectrum disorder (ASD), as well as the gender
stereotypes that experts associate with ASD
symptomatology in women and their potential impact
on the underdiagnosis of ASD in this population. Two
studies were conducted. The first was an exploratory
qualitative study aimed at describing the diagnostic
experiences of women with ASD (n=4, ages 24, 36, and
48). Findings from the semi-structured interviews
revealed a series of stereotypes related to possible ASD
symptoms. To document the potential presence of
gender stereotypes among ASD diagnostic experts
(n=7), a second study using semantic networks was
carried out. Results indicate that factors such as
communication barriers, social camouflaging, the
stereotypical perception of women as “quiet” or
“thoughtful,” and the tendency to attribute their
symptoms to issues of sexual orientation or personality
traits contribute to underdiagnosis. Additionally, the
influence of adultcentrism and the limited awareness of
mental health within family contexts were identified.
This study highlights the need to promote education
about neurodivergence and underscores the
importance of understanding the relationship between
gender stereotypes and the underdiagnosis of ASD in
women.
Keywords: Autism Spectrum Disorder, gender
stereotypes, underdiagnosis.
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Introducción
La prevalencia del Trastorno del Espectro Autista (TEA) ha aumentado globalmente. Según la
Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2017 el TEA estaba presente en 1 de cada 160 niños
(Montagut et al., 2018), en 2023 esta fue de uno por cada 100 niños (OMS, 2023). En México,
estudios de 2016 realizados por Autism Speaks y la Clínica Mexicana de Autismo (CLIMA) reportan
un caso por cada 115 niños, con una proporción de 4:1 entre varones y mujeres (Teletón México,
2023), aumentando la brecha a 9:1 en casos de alto funcionamiento (Montagut et al., 2018).
El Manual Estadístico y Diagnóstico de los Trastornos Mentales (DSM-5) define al TEA
como un trastorno del neurodesarrollo con dificultades en la comunicación, interacción social y
patrones restrictivos y repetitivos de comportamiento e intereses que afectan la vida diaria. Se
contempla el grado de severidad, clasificando los casos en tres niveles: grado 1, “necesita ayuda”;
2, “necesita ayuda notable”; y 3, “necesita ayuda muy notable” (American Psychiatry Association,
2014).
Es importante considerar el grado y el género en el diagnóstico del TEA, ya que en
mujeres y casos de grado 1 la sintomatología puede confundirse con rasgos de personalidad,
retrasando el diagnóstico y afectando la calidad de vida (Ruggieri & Arberas, 2016). Este retraso
se agrava por el sesgo de género, que invisibiliza necesidades específicas y reduce lo mental-
social a lo biológico, haciendo necesario repensar metodologías y enfoques para diversificar la
práctica científica (Benedicto, 2018).
No obstante, la conceptualización del TEA ha evolucionado, incorporando dificultades
sensoriales y motoras, y ampliando la comprensión de los problemas sociales asociados
(Antonio, 2020).
Los estereotipos de nero interiorizados mediante la socialización influyen en el
infradiagnóstico del TEA, al asociar conductas con expectativas culturales y de sexo, afectando
la identidad individual (Gutiérrez-González, 2020). Estos estereotipos dificultan la detección de
señales de alerta, por lo que es clave evaluar su impacto en los profesionales especializados en
el diagnóstico de TEA (Brickchill et al., 2022).
La deseabilidad social genera ajustes de personalidad para encajar en la sociedad
(Domínguez et al., 2012), lo que genera un camuflaje de la identidad autista, a costa de la salud
mental, que lleva a diagnósticos erróneos (Augusto, 2021). Por ello, es crucial diferenciar entre
estereotipos del comportamiento “normal”, camuflaje y síntomas del TEA.
Milner et al. (2023) encontraron mayor camuflaje del TEA en mujeres diagnosticadas que
en hombres; dicha diferencia de género no se observó en personas con rasgos autistas, pero
sin diagnóstico, lo que podría explicarse por la influencia de los aspectos socioculturales
sobretodo cuando. Geelhand et al. (2019) atribuyen la falta de diferencias de género en la
detección de este trastorno a enfoques centrados exclusivamente en síntomas nucleares del
TEA.
Las expectativas sociales afectan la gravedad percibida del TEA (Ratto et al., 2018). Estas
expectativas sobre el comportamiento femenino, como el mostratrse más tranquilas cuando
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juegan, o con mayor timidez, hacen que sus rasgos de TEA pasen desapercibidos, por lo que
presentan también mayor habilidad de camuflaje y compensación social, aumentando con ello
la dificultad para la detección (Montagut et al., 2018).
La feminidad normativa refuerza la docilidad, el perfeccionismo y la culpa, limitando la
autonomía y dificultando el reconocimiento del malestar de origen estructural (Benedicto, 2018).
En mujeres con TEA, los estereotipos de género refuerzan la percepción de pasividad, intereses
típicamente femeninos y el perfeccionismo (Ruggieri & Arberas, 2016). Por su parte la timidez
genera mayor preocupación cuando se presenta en varones y frecuentemente se ignora en
niñas (Geelhand et al., 2019).
Lagarde (2005) advierte que estereotipos como la sumisión o la agresividad indirecta
hacen que las dificultades sociales de las mujeres se interpreten como personales, asociándolas
con depresión, autoboicot o carencias individuales, lo que les limita a ellas mismas y a los demás
el poder comprender sus diferencias. Destaca que incluso las mujeres que se ven a sí mismas
alejadas de los estereotipos cumplen parcialmente con ellos.
Estas expectativas en la adolescencia acentúan el contraste con las características del
TEA, pues en este periodo del ciclo vital con frecuencia se requiere mayor intimidad, lo que crea
dificultades en el lenguaje adaptativo y en la interacción social (Geelhand et al., 2019).
La Teoría de la Mente (ToM) y la Teoría del Autismo del Cerebro Extremo destacan
diferencias en la motivación social de mujeres autistas comparadas con hombres autistas y
mujeres neurotípicas, planteando un mayor interés social que los hombres, pero menor que las
mujeres, generando una “hipermasculinización” con la reducción de la empatía (Brickhill et al.,
2022). Esto plantea un modelo binario, que discrimina la diversidad social, donde los sesgos y
estereotipos de género influyen en su interpretación (Gutiérrez-González, 2020, p. 1128).
En el diagnóstico, se deben considerar comorbilidades emocionales, como ansiedad,
depresión y episodios psicóticos, debido a que suelen derivarse de la dificultad para interpretar
intenciones ajenas o de enfrentar situaciones nuevas (Hervás & Rueda, 2018).
El desarrollo de la ToM, permite atribuir estados mentales propios y ajenos,
comprendiendo que se puede tener estados mentales sobre objetos o situaciones y
reconociendo que los demás tienen sus propios estados mentales (Crespo-Equílaz & Gambra,
2020). En el TEA, la ToM se ve afectada, dificultando la adaptación del lenguaje, el contexto y el
interlocutor, interfiriendo en la planificación, organización y secuencia del lenguaje (Morro,
2018). Mecanismos como la detección ocular, atención compartida y la capacidad de inferencia
suelen estar deterioradas con el TEA, afectando la interpretación del lenguaje no verbal y la
respuesta en las interacciones sociales (Sazo, 2020; Morro, 2018).
Igualmente, la metacognición se ve afectada, dificultando la interpretación del lenguaje
analógico, como gestos y tono de voz, que enriquecen o modifican el significado explícito
(Cortés, 2003), limitando las interacciones y fomentando la introversión (Sazo, 2020).
Esto se relaciona con el paradigma sociocultural, que plantea una mediación social
basada en el aprendizaje a través de objetos tipo signos, generando una triada entre el
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individuo, la cultura y el sistema lingüístico, para influir en los demás y comprender la realidad
(Hernández, 1998), lo que afecta cómo comprendemos y nos relacionamos con la realidad.
Se destaca la importancia de explorar en una primera instancia el contexto de la mujer
que vive el TEA, con metodologías cualitativas, en las que se apliquen entrevistas, para poder
contrastar la información generada con las perspectivas del ojo clínico de los profesionales que
brindan consulta a personas con este trastorno.
El enfoque metodológico en estudios sobre TEA y estereotipos de género se centra en
estudios retrospectivos de corte documental (por ejemplo, Augusto, 2021; Hervás, 2022;
Montagut et al., 2018), limitados al conocimiento del profesional. Existen vacíos en la
información sobre el TEA específicamente en mujeres, centrando su representación en casos
moderados o severos, con déficit cognitivos o de lenguaje (Hervás, 2022) y enfocados en el
entorno familiar. Por lo que metodologías cualitativas, que utilicen técnicas como las entrevistas,
enriquecen la comprensión del TEA, explorando factores biológicos y diversas experiencias
sociales (García et al., 2019).
Por lo anterior, en este estudio se examinaron experiencias de las mujeres en su
diagnóstico de TEA, destacando cómo los estereotipos de género pueden influir en la
percepción profesional y la identificación de sintomatología en mujeres. Las preguntas de
investigación son: ¿Qué tipo de vivencias se describen en el proceso de diagnóstico de las
mujeres con TEA?; y ¿Cómo se caracterizan los estereotipos de género de los expertos que
realizan diagnóstico de TEA?
Los objetivos fueron: a) documentar las experiencias de las mujeres con TEA, incluyendo
las condiciones de su diagnóstico, y b) documentar los estereotipos de género asociados por
los expertos en diagnóstico de TEA, para explorar su posible relación con el infradiagnóstico de
TEA en mujeres mexicanas.
Método
Diseño y tipo de investigación
La investigación tuvo un enfoque cualitativo de tipo exploratorio. Se realizó en dos fases, en la
primera se exploraron las experiencias del diagnóstico de TEA con entrevistas. Gutiérrez-
González (2020) destaca que metodologías cualitativas valoran estas experiencias, dando
protagonismo a las mujeres frente a la predominancia de los saberes expertos ().
La segunda fase utilizó redes semánticas para indagar la interiorización de los
estereotipos del género femenino por parte de los profesionales en diagnóstico de TEA,
considerando que la memoria semántica ayuda al ser humano a construir la realidad en una
interpretación interna (Vera-Noriega et al., 2005).
Participantes y tipo de muestreo
Se dio una selección por conveniencia. Participaron 4 mujeres mexicanas, con edades de 24, 36
y 48 años. Sus lugares de origen fueron: Sinaloa, Ciudad de México y Estado de México. Ellas
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recibieron su diagnóstico de TEA a los 22, 23, 26 y 35 años. Tres diagnósticos fueron realizados
por psicólogos especialistas en TEA, dos de ellos tras la derivación psiquiátrica. De acuerdo con
las entrevistas, la participante de 36 años llegó al diagnóstico por sospechas basadas en redes
sociales y sus propios estudios de psicología, y la de 48 años acude a una institución por
sospecha propia. Todas presentan TEA en grado 1, excepto la de 36 años que desconocía su
grado.
En la segunda fase participaron 7 expertos en diagnóstico de TEA que radican en México
y residen en las ciudades de León, Tijuana y Ciudad de México, de edades entre los 29 y los 50,
seis de ellos con licenciatura en psicología y uno con maestría en educación especial, sus años
de experiencia rondaban entre los 2 y los 18 años.
Instrumentos y técnicas de recolección de datos
Con el objetivo de recopilar el contexto de los diagnósticos de TEA de las mujeres, se aplicó una
entrevista semiestructurada teniendo como ejemplos de preguntas “¿Te acuerdas del día en
que te diagnosticaron?, ¿Podrías relatarlo?”, “¿Qué ejemplos podrías describir de las conductas
más relevantes o más marcadas que tenías en esta época de infancia de tu vida?”.
En la segunda fase, se aplicó una red semántica con 5 estímulos (enojada, pensativa,
tranquila, no femenina, pasiva-agresiva) extraídos de entrevistas previas con mujeres con TEA.
Para identificar posibles sesgos en la valoración de las redes semánticas, se utilizó la Escala de
Deseabilidad Social de Méndez (2010), con 28 reactivos: p.ej. “le desearía el mal a otra persona
si estuviera justificado” o “miento cuando me beneficia”; tipo Likert de 5 puntos (1 = Totalmente
de acuerdo, 2 = De acuerdo, 3 = Neutral, 4 = En desacuerdo, hasta el 5 = Totalmente en
desacuerdo; α de Cronbach de .92).
Procedimiento
Las entrevistas se realizaron de forma individual, en modalidad virtual mediante la plataforma
de Microsoft Teams, dirigidas por la autora, con una duración estimada de 1 hora. Previamente
a cada entrevista se les proporcionó a las participantes el enlace de la videollamada y un
consentimiento informado, por correo y servicio de mensajería por teléfono móvil, asegurando
la confidencialidad y el uso exclusivo de sus datos con fines de investigación.
Las redes semánticas y la Escala de Deseabilidad Social se aplicaron mediante un
Formulario de Google autoadministrado, con una duración estimada de 20 minutos. Con las
instrucciones a seguir al inicio del apartado de las preguntas, los participantes escribieron las
primeras 10 palabras que les vinieran a la mente ante cada estímulo y las ordenaron según su
importancia.
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Análisis de datos
Las entrevistas se analizaron con ATLAS. Ti 9 mediante un análisis de contenido. Se organizaron
códigos para identificar relaciones entre factores y visualizar la frecuencia y presencia de los
estereotipos de género en la experiencia del TEA.
Las redes semánticas se analizaron en Excel, calculando valores J, pesos semánticos,
diferencias cuantitativas y núcleos de las redes, según la metodología descrita por Vera-Noriega
et al. (2005). La Escala de Deseabilidad Social se evaluó mediante los puntajes Z, considerando
valores por encima de 2 como respuestas socialmente deseables y por debajo de -2 como
respuestas socialmente indeseables.
Resultados
Fase 1. Entrevistas de caso de estudio
Los estereotipos hacia las mujeres fueron: calladas, tranquilas, enojonas y pensativas. Entre los
hallazgos, se destacan situaciones, donde se pretende explicar por qué la mujer no cumple con
algún estereotipo basándose en su orientación sexual y una situación en donde la mujer no
visualiza ser encasillada en un estereotipo por parte de sus padres (ver Tabla 1).
Tabla 1
Presencia de estereotipos de género en mujeres con TEA
Estereotipo/
categoría
Cita
Callada
A las mujeres se nos dice que somos calladitas, nos vemos más bonitas.
No femenina
Hubo muchísimas situaciones en las que fui juzgada o que decían que era
una cuestión de que o era lesbiana o era una fodonga porque las mujeres
hacen tal o cual cosa.
Enojona
Era así como de “a déjala porque, las mujeres son como que más enojonas
las mujeres son más sensibles”.
Tranquila
Las niñas son más tranquilas, las niñas son más calladas, las niñas son más
creativas, eh, entonces yo creo que esos fueron las dos partes que
influenciaron.
Ausencia de
visualización de
estereotipo
Nunca, ni mis papás, no. O sea, a pesar de sí tener cosas machistas, nunca
me sentí infravalorada, nunca me sentí oprimida, nunca me dijeron, “Ah, es
que, porque eres mujer”, entonces eres esto, jamás, jamás.
Pensativas
Como soy mujer, se nos insta a ser siempre mesuradas, a ser mediadoras, a
ser ecuánimes, más pensantes, no que, que impulsivas y todo.
Pasivo-agresivas
Algunas veces como que la agresión hacia otros y pues no, o sea no agresión
física, sino como que, de tipo verbal, como con actitudes un poco más, eh,
pues sí, agresivas.
Nota= elaboración propia con base en las narrativas compartidas durante las entrevistas
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En cuanto a los obstáculos para el diagnóstico se observa la falta de verbalización de la
incomodidad de la mujer que denotaba, en su infancia y adolescencia, una barrera de la
comunicación con sus cuidadores y con ellas mismas. Así mismo, se observan estrategias de
camuflaje que se desarrollaron a través de la observación e imitación de su entorno y una
socialización en ámbitos tranquilos, con vinculación superficial que no involucrara la
comunicación, pero que disminuía la preocupación de la falta de dicha socialización.
Por último, se presenta el obstáculo de la poca sensibilización e información de temas de salud
mental en el vínculo familiar, niveles bajos de monitoreo parental y un adultocentrismo marcado
(ver Tabla 2).
.
Tabla 2
Obstáculos para el diagnóstico de mujeres con TEA
Obstáculo
Cita
Barreras de la
comunicación
No sabía, cómo qué, cómo expresar cómo me sentía, y la única forma que
tenía era como que dé, cómo de que manifestar o de expresar algún
malestar era mediante la irritabilidad.
Camuflaje
Había conocido a una muchacha, era muy buena para hacer amigos,
entonces, yo pensé, puedo hacer lo mismo y aprendí la fórmula, la repliqué
tantas veces como pude y funcionó siempre.
Socialización
Prefería estar con él porque era súper calmado, casi ni hablaba.
En la música yo me sentía vinculada porque hacíamos cosas juntos, pero
no teníamos que hablar, era una dinámica distinta.
Sensibilización e
información de
temas de salud
mental
Yo creo que tiene mucho que ver con la época en la que mis papás
nacieron, esa es una, dos que antes no era tan conocido esto del autismo y
yo creo que mis papás me vieron tan normal que ni siquiera lo
sospecharon. Para ellos la salud mental pues no era un tema, jamás, lo
escuché en la casa.
Monitoreo
parental
Ambos, mis padres, estaban trabajando. Entonces pues me quedaba como
que sola y no me gustaba eso, la verdad siento que me sentía abandonada
porque ellos no estaban presentes durante la mayor parte del día.
Adultocentrismo
De niña era muy tranquila, entonces, pues como no, no les daba problema
a los adultos.
Nota= elaboración propia con base en las narrativas compartidas durante las entrevistas
Fase 2. Redes semánticas en profesionistas
Al extraer cinco conceptos de las entrevistas con mujeres con diagnóstico de TEA, que
posteriormente se convirtiéron en estímulos para la aplicación de las redes semánticas en las
Figuras 1, 2, 3 , 4 y 5 pueden apreciarse las principales palabras definitiorias para cada concepto,
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así como la distnacia semántica que existe en cada una de ellas. Se encontró que en el concepto
enojona se obtuvo un tamaño de la red semántica de 56, siendo la palabra definitoria irritable
la que obtuvo mayor peso semántico (PS=33).
Figura 1
Distancia semántica del concepto Enojona (N = 7)
Nota= elaboración propia con base en las definitorias proporcionadas por los profesionistas.
Para el concepto pensativa se obtuvo un tamaño de la red semántica de 54, siendo la palabra
reflexión la que obtuvo mayor peso semántico (PS=39).
Figura 2
Distancia semántica del concepto Pensativa (N = 7)
Nota= elaboración propia con base en las definitorias proporcionadas por los profesionistas.
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En el caso del concepto tranquila se obtuvo un tamaño de la red semántica de 46, siendo la
palabra paz la que obtuvo mayor peso semántico (PS=54).
Figura 3
Distancia semántica del concepto Tranquila (N = 7)
Nota= elaboración propia con base en las definitorias proporcionadas por los profesionistas.
El concpeto de “No femenino” obtuvo un tamaño de la red semántica de 57, siendo la palabra
“masculinidad” la que obtuvo mayor peso semántico (PS=20).
Figura 4
Distancia semántica del concepto No femenino (N = 7)
Nota= elaboración propia con base en las definitorias proporcionadas por los profesionistas.
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En el concepto Pasiva-agresiva se obtuvo un tamaño de la red semántica de 55, siendo las
palabras: reacción” la de mayor peso semántico (PS=33).
Figura 5
Distancia semántica del concepto Pasiva-agresiva (N = 7)
Nota= elaboración propia con base en las definitorias proporcionadas por los profesionistas.
Tabla 3
Puntajes Z de la Escala de deseabilidad social
Número de participante
Puntaje Z
Interpretación
1
0.37818242
No presenta DS
2
0.96646618
No presenta DS
3
-0.03361622
No presenta DS
4
0.4370108
No presenta DS
5
-2.09260938
Poca DS
6
-0.21010134
No presenta DS
7
0.55466755
No presenta DS
Nota: DS= Deseabilidad Social
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Los resultados de la Escala de deseabilidad social arrojan que únicamente el participante
número 5 cae en un sesgo de deseabilidad social, con un puntaje Z de -2.09, de acuerdo con el
criterio establecido, este participante responde de manera socialmente indeseable,
aparentando o negando características personales o defectos que puedan ser comunes en la
población en general. No obstante, apenas logra entrar en el límite de la deseabilidad social, por
lo que considera que no hubo un sesgo significativo en todas las respuestas de los participantes.
Discusión
Al explorar las condiciones del diagnóstico de TEA en las participantes, se identificó una barrera
de la comunicación, hacia los demás y hacia ellas mismas, debido a la falta de comprensión del
TEA, lo que posiblemente tenga como consecuencia el dificultar la atención a sus síntomas. Esto
concuerda con lo descrito por Benedicto (2018), donde la feminidad normativa dificulta el
reconocimiento del malestar de origen.
Se observa cómo la timidez pasó desapercibida tal como lo sugieren Geelhand et al.
(2019), se destaca la dificultad de socialización, caracterizada por conductas calmadas y
pensamiento lógico-racional, que cumplen con los estereotipos de sumisión y pasividad
propuestos por Lagarde (2005), así como por Ruggieri y Arberas (2016). Además, su
sintomatología las llevó a ser etiquetadas como histéricas, lo que, según Lagarde, se interpreta
como falta de empeño, carencias individuales o su propio disparate.
Otro estereotipo presente, que contrasta con los de Lagarde (2005), es la expresión de
la agresividad indirecta. Las participantes mostraban irritabilidad que se manifestaba en
agresividad verbal, comentarios pasivo-agresivos o falta de comunicación, interpretando estas
conductas como características femeninas en lugar de signos de TEA.
La participante que afirmó no sentirse estereotipada por sus padres también mencionó
que la consideraban rebelde, lo cual reafirma lo señalado por Lagarde (2005), que afirma que
todas las mujeres cumplen parcialmente con los estereotipos. Además, cuando no cumplían
con ciertos estereotipos, la explicación se desviaba hacia la orientación sexual, lo que sugiere
que la falta de diferencias significativas de género en la identificación de alertas podría deberse
al enfoque diagnóstico, la exclusión de ntomas centrales del TEA (Geelhand et al., 2019) o la
invisibilización de las necesidades específicas (Benedicto, 2018).
Las formas de socialización redujeron la preocupación de sus padres, ya que las
participantes lograron vincularse con sus pares sin tener un contacto directo, creando ajustes
en su personalidad para encajar, tal como lo describe Domínguez et al. (2012), destacando la
mayor habilidad de camuflaje de las mujeres (Montagut et al., 2018; Milner et al., 2023), en donde
imitar las conductas de las demás les ha sido una estrategia útil. No obstante, los problemas de
socialización aumentaron en la adolescencia, especialmente en el ámbito académico, cuando
las mujeres requieren mayor intimidad (Geelhand et al., 2019), lo que en algunos casos generó
mayor preocupación por sus síntomas y la calidad de su salud mental.
Otro factor que invisibiliza los signos de TEA es el monitoreo parental, al tener padres
emocionalmente ausentes, no se tiene la suficiente observación de los menores, dificultando la
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detección de conductas atípicas. Resalta el hecho de que el diagnóstico ocurrió cuando la
participante se sensibilizó sobre el TEA. Además, el adultocentrismo juega un papel importante,
debido a que la conducta pacífica de la niña con TEA, que no genera conflictos, pasa
desapercibida, como señalan Geelhand et al., (2019) quienes destacan que rasgos como la
timidez generan más preocupación en varones que en mujeres.
La sensibilización sobre salud mental fue clave para el diagnóstico, debido a que ocurrió
cuando la participante se interesó en el tema. Ellas mismas destacan que sus padres no estaban
familiarizados con el TEA, debido a la época en la que crecieron, su religión o costumbres. Esto
resalta la importancia de sensibilizar a la comunidad sobre el TEA, además de promover la
comunicación asertiva y la inteligencia emocional.
Dentro de las cinco redes semánticas que se desarrollaron se pueden destacar varias
palabras definitorias, sobre las cuales es importante cuestionar el porqué están surgiendo ante
determinado estímulo o palabra.
Por ejemplo, en la red del concepto Enojona, se encuentran definitorias como
intolerancia (PS=14), mujer (PS=10), ruda (PS=6) y mala (PS=2). La definitoria de intolerancia
podría ayudar al experto en TEA a sospechar del diagnóstico, cuestionando a qué es intolerante
la evaluada. En cambio, las definitorias de mujer y ruda parecen asociarse con rasgos de
personalidad, sin considerar la relación del comportamiento de “enojona” con el TEA.
La definitoria de Mala presente en la red de Enojona, No femenina (PS=1) y de Pasiva-
agresiva (PS=9), mientras que en la red de Tranquila se usó la definitoria de Buena (PS=7). Según
los estereotipos propuestos por Lagarde (2005), que asocian a la mujer con ser sumisa y tener
una expresión de la agresividad indirecta, se entiende que las primeras tres redes fueron
clasificadas como mala” por no ajustarse a las expectativas sociales de feminidad.
La única red asociada directamente con Autismo (PS=1) fue Tranquila, mientras que las
demás redes se asocian a aspectos emocionales o de personalidad. Esto sugiere que las
comorbilidades mencionadas por las participantes se explicaron lejos del TEA, como la
asociación de No femenina a temas de orientación sexual, como Machorra (PS=10),
Homosexualidad (PS=5) o Bisexualidad (PS=4), alejándose de la explicación dada por la mujer
entrevistada, quien mencionó su estilo no tan femenino debido a la comodidad y factores
sensoriales que provocaban la tela o la estructura de la ropa.
Conclusión
Se concluye que los estereotipos de género están relacionados con el infradiagnóstico de TEA
en mujeres mexicanas, debido a que se priorizan explicaciones alternativas de otra índole antes
que la hipótesis del TEA.
Las limitaciones de esta investigación son el bajo número de participantes en la segunda
etapa, que resulta en pesos semánticos bajos, además de la subjetividad inherente a los
estudios cualitativos. Se plantea la posibilidad de incursionar en metodologías mixtas que
aporten mayor exactitud al abordar la problemática.
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UARICHA, 2025, Vol. 23, pp. 1-14
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Se abre paso a seguir indagando acerca de la asociación de estereotipos de género con
el infradiagnóstico de TEA en mujeres mexicanas, incursionando en los sesgos o esferas de otras
posibles explicaciones de otra índole, por ejemplo de tipo contextual o sociocultural, que son
adicionales a las que tradicionalmente se llegan a asociar con los síntomas del TEA.
Así mismo, se da la oportunidad de la creación de intervenciones para la sensibilización
y difusión de temas de neurodivergencias, inteligencia emocional y comunicación asertiva, ya
que no se puede nombrar o visualizar una señal de alerta de alguna neurodivergencia, si no se
tiene información o herramientas al alcance.
Agradecimientos
Asesor: Dr. Joel Martínez Soto
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