ISSN 2007-734
Facultad de Psicología
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
Copyright © 2025 UARICHA
UARICHA, 2025, 23, 1-12
Recibido: 9 de julio de 2024. Aceptado: 16 de junio de 2025
Correspondencia: Susana Merino Lorente. Ctra. de Quilmes 37, Tafira Baja, C.P. 35017, Las Palmas, Gran Canaria, España. Correo electrónico:
susana.merin@pid.atlanticomedio.es
UARICHA, 2025, Vol. 23, pp. 1-12
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Promoción del bienestar psicosocial desde escuelas con enfoque de trauma y
género
Promoting psychosocial well-being in schools with a focus on trauma and gender
Susana Merino Lorente ORCID: https://orcid.org/0000-0002-4976-6125
Universidad del Atlántico Medio
Resumen
Se necesita identificar e intervenir el trauma en las
escuelas desde rasgos diferenciadores según el género
a través de servicios de apoyo educativos para ayudar a
los y las estudiantes y familias afectadas. Los y las
menores que asisten a la escuela pueden experimentar
trauma como resultado de experiencias adversas. Este
artículo, de carácter teórico, tiene como objetivo
principal analizar cómo las escuelas pueden convertirse
en entornos seguros y sensibles al trauma, a partir de
la comprensión del Trastorno de Estrés Postraumático
(TEPT) y sus implicaciones fisiológicas. Las escuelas
sensibles al trauma posibilitan la seguridad emocional y
física de los estudiantes desde el rol del personal
escolar, para fomentar cambios en las políticas y
protocolos de actuación en entornos seguros con
perspectiva de género, que se basan en mejorar los
resultados académicos y comportamentales de los y las
estudiantes con características diferentes desde una
perspectiva de igualdad. Se concluye que el abordaje
institucional del trauma desde un enfoque sensible y
con perspectiva de género es esencial para generar
entornos educativos inclusivos y protectores.
Palabras clave:
Trauma, género, escuelas sensibles,
apoyo educativo, salud psicosocial.
Abstract
Trauma needs to be identified and addressed in
schools, based on gender-specific characteristics,
through educational support services to assist affected
students and families. Children attending school may
experience trauma as a result of adverse experiences.
This theoretical article aims to analyze how schools can
become safe and trauma-sensitive environments,
based on an understanding of Post-Traumatic Stress
Disorder (PTSD) and its physiological implications.
Trauma-sensitive schools enable the emotional and
physical safety of students through the role of school
staff, fostering changes in policies and protocols for safe
environments with a gender perspective. These policies
are based on improving the academic and behavioral
outcomes of students with different characteristics
from an equality perspective. It is concluded that an
institutional approach to trauma from a sensitive and
gender-sensitive perspective is essential for generating
inclusive and protective educational environments.
Keywords:
Trauma, gender, sensitive schools,
educational support, psychosocial health.
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Introducción
Las investigaciones han demostrado que todos los centros de formación tienen niños, niñas y
jóvenes que han vivido sucesos adversos, como ser testigos directos de violencia entre sus
cuidadores primarios, haber vivido negligencias, abusos y otros tipos de traumas (Duffy, 2021;
Remiro, 2023). El estudio ACE (siglas en inglés de Experiencias Adversas en la Infancia) halló
niveles más elevados de vivencias traumáticas en la población general de lo que se sospechaba.
Alrededor de 17.000 adultos fueron encuestados; casi el 50 % comunicó haber vivido algún
suceso traumático, al menos una forma de trauma infantil. Estas experiencias incluían
negligencia, abuso físico, emocional o sexual; ser testigo de violencia hacia la madre; tener un
cuidador primario con Trastorno de Uso de Sustancias (TUS) o problemas psicológicos; o vivir
en un entorno familiar con un adulto que había estado en prisión (Felitti et al., 1998).
El impacto del género en la percepción de quienes han vivido violencia sexual y/o física
en la niñez es particularmente intenso cuando el evento traumático ocurre en la infancia o
adolescencia. Las mujeres y los hombres sufren estigmas que reflejan los estereotipos típicos
de feminidad y masculinidad (Rechenberg & Schomerus, 2023). Por ello, incorporar la
perspectiva de género en la intervención educativa resulta fundamental para una comprensión
más integral de estas experiencias (Lonnen & Paskell, 2024).
Los traumas emocionales originados en la infancia incluyen experiencias de bullying,
maltrato, negligencia y/o abandono familiar; institucionalización; situaciones de violencia
comunitaria generalizada; abandono de países devastados por la guerra; experiencias
relacionadas con la inmigración forzada y el refugio, entre otros sucesos. También se consideran
eventos traumáticos los casos en que los y las jóvenes se someten a múltiples procedimientos
médicos invasivos o viven con cuidadores con traumas no resueltos. Además, se deben
considerar los efectos acumulativos en aquellos niños, niñas o jóvenes cuyas familias enfrentan
situaciones prolongadas de desempleo, precariedad, pobreza o deterioro de la salud física y
emocional del entorno familiar (Aronica et al., 2022).
Los expertos sostienen que el trauma no es un suceso en sí mismo, sino más bien una
respuesta desadaptativa a uno o más eventos desfavorables estresantes. Estas vivencias en la
infancia pueden desencadenar una cascada de respuestas desadaptativas sociales,
emocionales y cognitivas en etapas posteriores (Weitzman, 2024). A medida que los estudiantes
crecen, el afrontamiento de experiencias traumáticas también puede llevar a la adopción de
respuestas de automedicación y patologización (Colovini, 2015), como el abuso de sustancias,
Trastornos por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH), trastornos mentales como el
Trastorno por Uso de Sustancias (TUS), Trastornos de la Conducta Alimentaria, ansiedad
generalizada y depresión, entre otros (National Institute on Drug Abuse [NIDA], 2023). Todas estas
respuestas a eventos traumáticos pueden interferir con la capacidad de un niño para aprender
en la escuela (Reddig & VanLone, 2024). En este sentido, el propósito de este estudio es analizar
cómo fomentar la sensibilidad al trauma en contextos educativos mediante estrategias
concretas, con especial atención a la inclusión de la perspectiva de género (Hauenstein &
Schimmels, 2024). Para ello, es necesario formar a los docentes. Los profesores necesitan
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identificar, conocer, diferenciar e intervenir estas respuestas junto con el equipo multidisciplinar
del centro escolar (Reddig & VanLone, 2024).
Trauma y género
El trauma es común en las mujeres; alrededor de 1 de cada 10 mujeres manifestarán TEPT a lo
largo de la vida. Las mujeres tienden a experimentar diferentes traumas que los hombres. Si
bien tanto hombres como mujeres informan los mismos síntomas de TEPT (hiperexcitación,
reexperimentación, evitación y entumecimiento), algunos síntomas son más comunes para
mujeres u hombres. Las mujeres tienen un riesgo de dos a tres veces mayor de desarrollar TEPT
en comparación con el género masculino. Varios factores están implicados para explicar esta
diferencia (Christiansen & Hansen, 2015). Tanto las explicaciones psicosociales como las
biológicas (relacionadas con la oxitocina) se han sugerido y se revisarán en este documento.
Los hallazgos de un gran estudio de salud mental muestran que un poco más de la mitad
de todas las mujeres experimentarán al menos un evento traumático en su vida. El trauma más
común para las mujeres es la agresión o el abuso sexual infantil. Aproximadamente una de cada
tres mujeres experimentará una agresión sexual en su vida. Las tasas de agresión sexual son
más altas contra las mujeres que para los hombres. Las mujeres también tienen más
probabilidades de sufrir abandonos o abusos en la infancia, experimentar violencia doméstica
(Thordardottir et al., 2024). Asimismo, el desconocimiento del funcionamiento de las hormonas
femeninas en la presentación de síntomas y diagnósticos tiene repercusiones añadidas en el
trauma e incluso fuera del trauma. Solo hace falta comprobar la frecuencia con que niñas o
mujeres no son diagnosticadas con Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH)
y Trastornos del Espectro Autista (TEA) hasta etapas posteriores, ya que muchos profesionales
únicamente se centran en el comportamiento y signos y ntomas de estos menores (Glover,
2021). Para los profesores, es fundamental entender que los estudiantes pueden responder de
diversas maneras debido a sus niveles de estrógeno, lo que puede ser determinado por un
suceso traumático o no. Al internalizar las mujeres sus problemas tras el trauma, es posible que
los profesores no puedan detectar los síntomas traumáticos del estudiante.
Después de un trauma, algunas mujeres pueden sentirse deprimidas, comenzar a beber
o abusar de sustancias adictivas o desarrollar TEPT. Las mujeres tienen más del doble de
probabilidades de desarrollar TEPT que los hombres (10-12 % para mujeres y 4-6 % para
hombres). Hay algunas razones por las que las mujeres pueden sufrir de TEPT más que los
hombres (Olff, 2017):
Las mujeres son más propensas a sufrir agresiones sexuales. Es más probable que la
agresión sexual cause TEPT que otros tipos de eventos.
Es más probable que las mujeres se culpen a sí mismas por las experiencias traumáticas
que los hombres.
El estudio cuyos resultados se publican en Depression and Anxiety es el primero en
exponer diferencias entre las personas con TEPT según el género por una parte de la ínsula
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involucrada en la emoción y la empatía (Olff, 2017). Este estudio es importante porque permite
entender las diferencias en los síntomas de trauma entre ambos géneros.
En el proceso, las víctimas y los sobrevivientes, tanto niñas como niños, experimentan
estigma que refleja estereotipos típicos de feminidad y masculinidad. Los estereotipos
consideran que las mujeres son el sexo más débil, con niveles más altos de estrés emocional,
más vulnerables e inseguras que los hombres. En cambio, estos prejuicios consideran a los
hombres el sexo más fuerte y se les responsabiliza más y reciben menor confianza que las
mujeres debido a su supuesta capacidad para resistir físicamente o huir de la violencia. Además,
otras dimensiones como la orientación o identidad de género no normativa, la raza, la migración
forzada o la pobreza, también generan formas específicas de trauma y estigmatización
(Rechenberg & Schomerus, 2023; Comas-Díaz et al., 2019).
Para abordar estos efectos desde el contexto educativo, surge el modelo de “escuelas
sensibles al trauma”, propuesto inicialmente por Sandra Bloom a través del Modelo Santuario,
y adaptado posteriormente a contextos escolares por profesionales como Alma Serra. Estas
escuelas consideran que todo el personal debe comprender cómo los traumas afectan el
aprendizaje y el comportamiento del alumnado (Bloom, 2013; Serra, 2024). Se recomienda
capacitar a los docentes e incluir espacios de apoyo socioemocional para fomentar entornos
seguros.
Género y adolescencia
El TEPT afecta de manera distinta a los cerebros de los adolescentes según el género. Estudios
recientes neurocientíficos, epigenéticos y psicosociales han demostrado que las vivencias
adversas en la infancia pueden afectar negativamente a la concentración, la memoria y las
destrezas organizativas y de lenguaje que los niños y niñas necesitan para tener buenos
resultados en la escuela (Madden et al., 2023). Para algunos niños, esto puede crear dificultades
con el resultado académico, comportamiento inadecuado en el aula y dificultad para establecer
relaciones.
Una región del cerebro que integra las emociones y las acciones parece experimentar
una maduración acelerada en adolescentes con TEPT, pero de forma diferente en niños y niñas.
En las adolescentes, por ejemplo, se ha observado una mayor activación de la ínsula, lo que
puede estar asociado con una mayor sensibilidad emocional y empatía (Olff, 2017). Hay algunos
estudios que sugieren que los altos niveles de estrés podrían contribuir a la pubertad temprana
en las niñas (Gaml-Sørensen et al., 2024). Asimismo, se ha planteado que los factores
hormonales y sociales interactúan para modular el impacto del trauma en la adolescencia,
especialmente en) contextos de violencia estructural y discriminación por género o identidad de
género (Comas-Díaz et al., 2019).
Un estudio realizado por Hiscox et al. (2021) confirmó que el 92 % de los adolescentes
informaron haber vivido algún suceso traumático, de los cuales el 28 % tenía TEPT. La
prevalencia de TEPT fue mayor para las mujeres que para los hombres, incluso cuando se
controló la exposición total al trauma (RR = 71,71; ρ = <0,001) y los síntomas depresivos
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concurrentes (RR = 1,45; ρ = 0,005). Este hallazgo refuerza la necesidad de enfoques
diferenciados por género en la prevención e intervención del trauma durante la adolescencia.
La investigación halló diferencias estructurales entre los géneros en una parte de la ínsula, una
región cerebral que detecta las señales del cuerpo y procesa emociones y la empatía. La ínsula
permite integrar los sentimientos, las operaciones y otras funciones intelectuales.
Las escuelas sensibles al trauma desde la perspectiva de género
Las escuelas sensibles al trauma con enfoque de género entienden cómo influyen los eventos
traumáticos emocionales en la educación de los menores, considerando las diferencias en la
forma en que niños y niñas procesan y manifiestan el trauma en el entorno escolar. Estas
escuelas pueden convertirse en entornos seguros y de apoyo donde los estudiantes
establezcan conexiones positivas con adultos y compañeros que, de otro modo, podrían
rechazarles (Morales-Rodríguez, 2021).
Al promover estrategias pedagógicas que integran el conocimiento sobre trauma y
perspectiva de género, las escuelas pueden ayudar a los estudiantes a regular sus emociones
para que puedan concentrarse, comportarse de manera apropiada y sentirse lo suficientemente
seguros como para avanzar en su aprendizaje. En otras palabras, las escuelas pueden hacer
que la sensibilidad al trauma sea un elemento importante desde el cual se gestione y regule las
emociones positivamente, para lo cual también se necesita identificar el estado emocional y las
respuestas adaptativas. Este enfoque requiere formación docente específica y protocolos
institucionales sensibles a las realidades sociales, culturales y de género del alumnado (Cordero-
Aliaga & Romero-López, 2025).
Los educadores necesitan consolidar el entendimiento, el conocimiento y las habilidades
necesarias para identificar y abordar estas respuestas adaptativas en las primeras etapas de
vida, cuando los efectos del trauma pueden prevenirse con mayor eficacia (Steen et al., 2022).
Una definición compartida de lo que significa ser una escuela sensible al trauma puede
unir a educadores, cuidadores primarios y psicólogos educativos, entre otros profesionales, en
un entorno con un objetivo común: el bienestar integral del alumno o alumna. El aprendizaje
psicosocial fomenta la resiliencia en las escuelas y disminuye los elementos de riesgo. Con un
marco preventivo de habilidades concretas, se puede fomentar el desarrollo de la inteligencia
emocional de los infantes. Potenciar estas habilidades es un aspecto crítico que puede ser el
resultado de estrategias adaptativas de afrontamiento resiliente necesarias en las escuelas. Este
marco de actuación permite además identificar factores de protección y desarrollar entornos
escolares inclusivos y emocionalmente seguros. Este entendimiento puede disminuir la
externalización, los estereotipos y las conductas agresivas. Además, puede prevenir ciertos
acontecimientos traumáticos y transformar las actitudes y respuestas de afrontamiento de los
estudiantes hacia estos eventos (Fredrick et al., 2022).
Figura 1
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Estado emocional y respuestas adaptativas ante eventos traumáticos
Nota. Elaboración propia
En las Figuras 1 y 2 hacen referencia al estado emocional y las respuestas adaptativas a los
eventos traumáticos, así como a las estrategias para enfrentarlos. Las características principales
de una escuela sensible al trauma de acuerdo con Cole et al. (2005) son:
a) Una visión compartida de toda la comunidad escolar (cuidadores primarios o personas
responsables del cuidado de la persona menor de edad, directores, docentes, tutores,
orientadores, técnicos de educación, psicopedagogos, personal del comedor escolar,
conserjes, administrativos, etc.). Se necesita la implicación de toda la comunidad escolar
para sensibilizar sobre el trauma, considerando además las variables de género como
un componente estructural que fomenta la diversidad y la inclusión.
b) La escuela apoya a todos los niños y niñas para que se sientan seguros a nivel personal,
psicosocial, físico y académico. Procurando ambientes libres de estereotipos de género
y prejuicios que puedan reforzar desigualdades o retraumatizar.
c) La intervención escolar precisa integrar las necesidades de los y las estudiantes de forma
holística, teniendo en cuenta las diferencias y similitudes, relaciones, autorregulación,
competencia académica y bienestar físico y emocional. Esto exige un enfoque que
contemple las particularidades del desarrollo emocional según el género, entendiendo
los distintos modos en que los menores pueden manifestar el trauma.
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d) La escuela conecta explícitamente con los y las estudiantes a través de la comunidad
escolar y brinda múltiples oportunidades para fortalecer la resiliencia y las redes de
apoyo significativas. También son esenciales los servicios de apoyo individualizados y las
políticas que no alejen a los niños y niñas de sus compañeros y adultos de confianza,
sino que los ayuden a ser miembros plenos del aula y de la comunidad escolar.
e) La escuela promueve el trabajo en equipo, y todos los profesionales (internos y externos
a la escuela) comparten la responsabilidad sobre todos los estudiantes. Una escuela
sensible al trauma promueve la responsabilidad compartida, que requiere trabajo en
equipo y una coordinación y comunicación constante y positiva del equipo
multidisciplinar escolar.
f) Practican un liderazgo que permita a los profesionales adelantarse y adaptarse a las
necesidades de los estudiantes. Las escuelas sensibles al trauma implementan un
liderazgo flexible, con perspectiva de género, que responde de manera proactiva a los
desafíos emocionales, sociales y educativos del alumnado, asegurando que los cambios
no bloqueen el equilibrio institucional, sino que lo fortalezcan con una metodología
integrada y adaptativa.
Figura 2
Estrategias según las necesidades individuales
Nota. Elaboración propia
Conclusiones y propuestas de mejora
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Tal como se ha desarrollado en este artículo, se observan tasas más altas de TEPT en
mujeres adolescentes, así como una mayor probabilidad de experiencias adversas. Esto sugiere
que las diferencias de sexo están condicionadas por los entornos, los estereotipos y los
prejuicios típicos de género. Es poco probable que las diferencias de género en el TEPT se
expliquen únicamente por la depresión concurrente y, en este contexto, las diferencias sexuales
en la depresión pueden ser secundarias al trauma y al TEPT. Sin embargo, la exposición a un
trauma interpersonal significativo parece anular cualquier vulnerabilidad femenina específica
(Hiscox et al., 2021).
En resumen, todas estas diferencias de sexo y género en el cerebro y el comportamiento,
juntas, pueden explicar por qué el TEPT es más frecuente en mujeres que en hombres. Es
importante evitar reduccionismos, ya que existen múltiples matices. No hay estereotipos
masculinos o femeninos fijos, pero algunas características son más comunes en mujeres y otras
en hombres. Para entender completamente estas diferencias, es necesario analizar todos los
elementos asociados al género, lo cual requiere investigaciones rigurosas con enfoque
interseccional y perspectiva de género.
En 2016, la Revista Europea de Psicotraumatología fue la primera en implementar una
política de género (Olff, 2017); esto significa que se pide a los autores informar el sexo de los
sujetos de investigación, justificar los estudios de un solo sexo, discriminar entre sexo y género
(principalmente para investigaciones en humanos), analizar cómo estos factores impactan los
resultados, y discutir las problemáticas de sexo y género cuando sea relevante. Este enfoque
debería extrapolarse más allá del campo del psicotrauma e implementarse también en los
entornos escolares. Al hacerlo, se puede obtener información útil para desarrollar enfoques
específicos sensibles al género que permitan crear entornos escolares seguros desde la
infancia.
Los hallazgos presentados tienen implicaciones prácticas para las políticas educativas y
organizativas. Se reafirma la importancia de fomentar entornos seguros y sensibles al trauma,
especialmente desde la infancia y la adolescencia, como mecanismo de prevención y promoción
del bienestar integral. Las escuelas sensibles al trauma facilitan ambientes seguros que
permiten procesos adaptativos más eficaces ante sucesos adversos, lo que favorece tanto el
rendimiento académico como el desarrollo psicosocial. Asimismo, se destaca el efecto de la
validación emocional, que repercute positivamente en los procesos de afrontamiento
adaptativo, mediado por la percepción de seguridad generada desde el entorno escolar, el
equipo multidisciplinar, la familia y la comunidad.
Por tanto, para lograr el mejor desarrollo académico y emocional del alumnado, es
necesario comprender el origen y evolución de los estereotipos, prejuicios y las diferentes
respuestas adaptativas según el género y las particularidades individuales. Esto implica construir
entornos educativos libres de etiquetas, en los que cada estudiante pueda desplegar sus
recursos sin amenazas ni discriminaciones.
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Un entorno seguro y democrático, basado en la escucha activa, los valores y el feedback
constructivo, favorece la resiliencia, el rendimiento académico y el equilibrio psicosocial del
estudiantado. Cada género puede enfrentar experiencias traumáticas distintas; por ello, las
intervenciones deben contemplar estrategias diferenciadas y prácticas para promover la
resiliencia desde una mirada sensible al trauma y al género. Perry y Cuellar (2021) proponen
incluir en las instituciones educativas estrategias específicas de afrontamiento. Además, el rol
de docentes, psicólogos, trabajadores sociales y familias es fundamental para acompañar al
alumnado desde la autorregulación emocional, compartiendo conocimientos, contención y
recursos. Este acompañamiento permite crear un entorno escolar informado sobre el trauma,
que habilite espacios de inclusión, validación emocional, resiliencia y equidad.
Este artículo contribuye a una mejor comprensión de las diferencias descritas en la
exposición al trauma y sus efectos según el género, y propone la necesidad de incorporar
prácticas más específicas que operacionalicen la perspectiva de género y trauma en el contexto
educativo.
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