Sierra Lo familiar en psicoanálisis
UARICHA 2024, Vol. 22, 1-18 13
objeto incestuoso, así, la madre se volvía incuestionable, insustituible y también,
inalcanzable. La fijación exclusiva al objeto-madre marcó y soldó el camino de los
subsecuentes intercambios con las mujeres, los cuales llenaban de sufrimiento la vida de
Santiago, pues aparte de no poder entablar relaciones amorosas que no estuvieran
atravesadas por la violencia, tampoco podía sostener encuentros sexuales satisfactorios.
El telón de fondo que sostenía sus síntomas remitía al universo materno, a cuya voracidad
no podía poner distancia (Sierra, 2019). Desde esta perspectiva, cómo pensar en iniciar
una nueva familia sino se ha aflojado el vínculo con la familia de origen.
La negativa de separación de los objetos primarios, aparte de ir en contra de la ley del
deseo, no abre la vida para la descendencia. Esta necesidad de renuncia a la familia de
origen, la encontramos también en el discurso del cristianismo que es contundente en este
punto, “el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola
carne” (Biblia de las Américas, 1997, Génesis 2:24). De ahí que una de las tareas de la
transmisión entre generaciones consiste en dotar, a la generación siguiente, de los recursos
necesarios para que pueda irse, mirar afuera y, con ello, ubicarse en su propia generación.
A partir de estas condiciones se le imprime, al linaje, el deseo.
La verdadera filiación es haber recibido de los padres el poder efectivo de dejarlos
para siempre, porque su conyugalidad estaba y sigue estando en primer lugar. Dicho
de otro modo, traer al mundo es saber retirarse, de tal manera que, a su vez, los
descendientes sean capaces de retirarse. Así, los padres que, gracias a su
conyugalidad permanecen en su propia generación, no hacen que, sobre sus hijos,
una vez adultos, pese una deuda de reciprocidad. (Julien, 2002, p. 57)
Para ello, es imperativo que los padres renuncien a la reactualización de su narcisismo
infantil, so pena de hacer de sus hijos los depositarios de sus propios ideales narcisistas.
Esta operación es necesaria para que el recién llegado pueda tomar un lugar en la línea
generacional. Menuda tarea que enfrenta al sujeto a la renuncia y a la pérdida, elementos
necesarios para la reproducción subjetiva. Las particularidades de la constitución psíquica
de las generaciones venideras van a estar comandadas por el nódulo de dicha transmisión,
que no es otra, que la transmisión de la falta.
De la mano de Freud sabemos que, ante el nacimiento de un cachorro humano, el padre
se vuelve deudor de un espacio psíquico para el nuevo integrante. Cada llegada reclama
un pacto de alianza en nombre de la interdicción edípica, entre el padre del niño y el padre
de ese padre, lo cual permite darle apertura a la reproducción de la paternidad. “Todo sujeto
debe sellar la parte edípica con sus ascendentes, con el propósito de que la vida viva para
sus descendientes” (Legendre, 1990, p. 65). Asumir la castración y reconocer la propia
muerte es el paso obligado para permitir que la vida viva en los otros, pues si falta la falta,
todo lo demás queda obturado, petrificado, es la completud enloquecedora y cosificante.
Contar con los recursos psíquicos para tolerar cualquier tarea que implique el
empequeñecimiento del yo, se vuelve una práctica cada vez más fallida en nuestros
tiempos, en los cuales impera el discurso del consumo desmedido de bienes, servicios y
productos, que se presentan como la vía privilegiada para rellenar, a nivel imaginario, la
falta. Gracias a la falsa promesa de la completud imaginaria, añorada de antaño, se exalta
una negativa a la renuncia que alcanza todas las esferas de la vida. De suerte que el sujeto
queda atiborrado de cosas, en su mayoría desechables, que lejos de relanzar la búsqueda
por el deseo o incluso permitir que se formule una pregunta sobre éste, lo neutralizan,
ensanchando el vacío, y, cerrando su transmisión a las generaciones venideras. No
olvidemos que el consumismo es el imperativo del goce, que, a su vez, tiene una deriva
incestuosa.