Vivir en contextos de venta y consumo de drogas: perspectivas de jóvenes estudiantes en Baja California.

Living in contexts of drug sale and consumption: perspectives of young students in Baja California

Anel Hortensia Gómez San Luis 1 ORCID: https://orcid.org/0000-0002-9846-5046

Ariagor Manuel Almanza Avendaño1 ORCID: https://orcid.org/0000-0001-7240-6163

Ana Celia Chapa Romero2 ORCID: https://orcid.org/0000-0003-1856-6208

Karla Alejandra Andrade Gómez1

1 Universidad Autónoma de Baja California

2 Universidad Nacional Autónoma de México

Resumen

Baja California se destaca a nivel nacional por la alta prevalencia de consumo de drogas y la violencia que caracterizan a sus ciudades fronterizas. Se requiere un cambio en la manera de entender y gestionar el problema de las drogas, considerando las voces de los principales protagonistas: jóvenes usuarios y en riesgo de consumo. Se desarrolló un estudio de teoría fundamentada para comprender los significados y experiencias relacionadas con el consumo de drogas en estudiantes de secundaria de Baja California, México. Se realizaron ocho grupos de discusión en los que participaron 54 estudiantes de escuelas secundarias públicas. Los resultados muestran que los participantes tienen acceso cotidiano a las drogas, tanto en sus comunidades como en algunas escuelas. Se observa un proceso de normalización de la venta, del consumo y de la violencia relacionada con las drogas. Los jóvenes han desarrollado estrategias evasivas ante la oferta de drogas, debido a que, desde su punto de vista las acciones de prevención de las instituciones son insuficientes. Se concluye que una teoría local sobre la oferta y consumo de drogas en jóvenes de Baja California es necesaria para generar una política pública de atención con énfasis en la prevención indicada.

Palabras clave: Drogas, jóvenes, Baja California, teoría fundamentada.

Recibido: 20 de agosto de 2020 / Aceptado: 18 de abril de 2021.

Autor de correspondencia: Anel Hortensia Gómez San Luis. Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Autónoma de Baja California. Calz. Castellón s/n, Esperanza Conjunto Urbano, 21350 Mexicali, B.C. agomez82@uabc.edu.mx

uaricha 2021, Vol. 18, 38-50

Abstract

Baja California stands out at the national level due to the high prevalence of drug use and violence that have become a part of life in its border cities. To understand and manage Baja California’s drug problem, a new approach is necessary, where the voices of the at-risk young population are taken into account. A grounded theory study was developed to understand the implications and experiences related to drug use in middle and high school students from Baja California, Mexico. Eight discussion groups were held in which 54 students from public high schools participated. The results show that participants have daily access to drugs, both in their communities and in some schools. A process of normalization of the sale, consumption, and violence related to drugs is observed. Young people have developed evasive strategies when faced with the supply of drugs, because, from their point of view, the preventive actions of the institutions are insufficient. The results show that a local theory on the supply and consumption of drugs in Baja California youth is necessary to generate a public policy of attention with emphasis on indicated prevention.

Keywords: Drugs, youth, grounded theory.

El problema de las drogas en América se expresa principalmente por el inicio del consumo a edades tempranas, las tendencias de consumo y el consumo diferenciado por sexo (Comisión Interamericana para el Control del Abuso de Drogas [CICAD], 2019). En México, la “guerra contra el narcotráfico”, constituyó la estrategia de combate a las drogas durante los últimos dos sexenios presidenciales (2006-2012 y 2012-2018), dando como resultado el aumento de actividades ilícitas como el secuestro y la extorsión, la narcoviolencia o las ejecuciones violentas (Arguello, 2019; Arratia, 2016; Rosen & Zepeda, 2015).

En respuesta a esta situación, la Comisión Nacional Contra las Adicciones (CONADIC, 2019) informó un gasto total de $1,801.10 millones de pesos destinados a la reducción de la demanda y $141,010.38 millones para la reducción de la oferta de drogas en 2018; sin embargo, los resultados no solo son cuestionables sino desalentadores, considerando que entre 2016 y 2018 aumentó más del doble la cantidad de delitos de narcomenudeo registrados en las averiguaciones previas y carpetas de investigación iniciadas en las agencias estatales del ministerio público, y que el 80% de los adolescentes imputados en 2018 fue por la tenencia de cannabis (Instituto Nacional de Estadística y Geografía [INEGI], 2020). Debido a que el consumo de drogas y sus consecuencias no se expresan de forma homogénea, diversas investigaciones se han enfocado en analizar las tendencias de consumo en las diferentes regiones del país (Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz [INP] et al., 2017; Villatoro et al., 2016).

Los investigadores muestran un interés particular hacia la zona norte de México. Muestra de ello es que 4 de los 6 estados con mayor prevalencia de estudios se encuentran en esta región y tienen frontera con Estados Unidos. La entidad con más cantidad de estudios es Baja California, donde destaca el interés en poblaciones específicas como usuarios de drogas inyectables, trabajadores sexuales, o migrantes deportados (Beltrán, 2019). Las ciudades del norte de México requieren particular atención, pues aún se sabe poco sobre los determinantes del consumo de drogas en estos lugares, donde existe un alto riesgo de consumo de alcohol, drogas y violencia (Borges et al., 2019). Datos de la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco (ENCODAT 2016-2017), elaborada por el INP et al. (2017) señalan que Jalisco (15.3%), Quintana Roo (14.9%) y Baja California (13.5%), ésta última ubicada al norte de México, presentan los porcentajes más altos de consumo de cualquier droga ilegal alguna vez en la vida, en la población de 12 a 65 años, en comparación con la prevalencia nacional (9.9%). Pero, en el último año, sólo Baja California (4.4%) tiene un porcentaje mayor al nacional (2.7%).

En cuanto al consumo en adolescentes, la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas en Estudiantes 2014 reveló que los estudiantes de 5º y 6º de primaria en Baja California presentan un consumo superior al nacional alguna vez en la vida, en marihuana (2.8% y 2.3%), inhalables (2.5% y 1.8%) y otras drogas (2.3% y 1.6%). Lo mismo sucede con el consumo de marihuana (2.4% y 1.8%), inhalables (2.4% y 1.6%), y otras drogas (1.9% y 1%) durante el último año; y en el último mes con marihuana (1.8% y 1.3%), inhalables (1.6% y 1.1%) y otras drogas (0.5% y 0.4%) respectivamente (INP et al., 2015).

El problema en Baja California no solo se debe a la prevalencia de consumo, sino al tipo de sustancias. Investigaciones recientes han revelado una “crisis por el uso de fentanilo” (Grandmaison et al., 2019), Fleiz et al. (2019) encontraron en una muestra de 89 consumidores de heroína, que la mayoría estuvieron expuestos sin saberlo al fentanilo, al detectar dicha sustancia en el 93% de los casos. Para Debruyne (2019) el incremento en las muertes por sobredosis, especialmente en los municipios de Tijuana y Mexicali es un tema emergente de gran preocupación.

En 2016 fueron registradas 1392 solicitudes de tratamiento en Centros de Integración Juvenil (CIJ) de Baja California (Instituto de Psiquiatría del Estado de Baja California [IPEBC], 2017). Las drogas ilícitas con tendencia de consumo creciente a nivel nacional incluyen cannabis, metanfetaminas, éxtasis y alucinógenos, pero el crecimiento de consumo es mayor en Baja California. Además, el crack presenta un consumo creciente solo a nivel estatal (CIJ, 2018). Cabe señalar que el 4.9% de los jóvenes de secundaria y bachillerato en el estado requieren apoyo o tratamiento debido a su consumo de drogas (INP et al., 2015);

Baja California representa un escenario complejo no solo por el consumo de drogas: sino por los niveles de violencia que caracterizan a varias ciudades del norte de México; y aunque el tema de la violencia es importante, éste solo puede ser entendido considerando su relación con la oferta y el consumo de drogas, particularmente de los jóvenes. Como menciona Beltrán (2019):

… el posible cambio en la manera de entender/gestionar a las drogas no debe entenderse/interpretarse únicamente a partir de la búsqueda de la disminución de los índices de violencia del país, sino también a partir del reconocimiento de que los usuarios -más allá de la forma en que se interpreten sus consumos- tienen derecho a la salud, a la seguridad y a la libertad. (p. 30)

La investigación sobre drogas requiere, además de conocer las prevalencias de consumo, comprender desde los propios usuarios y jóvenes en riesgo, los significados y experiencias relacionadas con la venta y consumo de drogas en sus comunidades. La teoría fundamentada constituye una opción conceptual y metodológica que, desde la tradición cualitativa, permite un acercamiento a los significados y experiencias de los jóvenes en comunidades con producción, tráfico y comercio de drogas, quienes constantemente se enfrentan al dilema de consumir o no hacerlo. Estudios previos realizados desde el marco de la teoría fundamentada han mostrado el papel que juega el contexto, la interacción con pares y la identidad cultural (Mendoza et al., 2015); así como las prácticas de riesgo y de cuidado entre jóvenes que consumen drogas (Schmidt et al., 2019). Comprender estas experiencias y significados abre la posibilidad de construir estrategias de reducción de la demanda culturalmente sensibles, poniendo al centro la capacidad de agencia de los jóvenes.

La teoría fundamentada (Charmaz, 2006) versa sobre la construcción de una teoría que “surge de los datos” obtenidos en campo, por lo que tiene un mayor potencial para dar cuenta del fenómeno estudiado tal como sucede en la realidad local. El objetivo del estudio es comprender los significados y experiencias relacionadas con el consumo de drogas en jóvenes estudiantes de escuelas secundarias públicas de Baja California, México.

Método

Participantes

En el estudio participaron hombres y mujeres estudiantes de ocho secundarias públicas urbanas del estado de Baja California. El muestreo fue de tipo intencional por criterio (Patton, 1990). El criterio de inclusión consistió en ser estudiante inscrito en cualquiera de los tres grados de educación secundaria pública de Baja California, y aceptar participar previa lectura del consentimiento informado. Participaron un total de 54 estudiantes: 28 hombres y 26 mujeres, de éstos 21 cursaban el primer grado, 19 el segundo y 14 el tercero, con un rango de edad de 13 a 15 años, edad promedio de 13.8 años (DE= 0.77).

Instrumento

Se utilizó una guía de entrevista elaborada específicamente para este estudio, compuesta por seis áreas a explorar: Conocimientos y significados atribuidos a las drogas, consumo de drogas en los planteles educativos, consumo de drogas en las comunidades, tipo de sustancias que se consumen, consecuencias del consumo, prevención.

Procedimiento y diseño de la investigación

Se gestionó un oficio de invitación a participar en el proyecto, emitido por la institución de adscripción del primer autor de este trabajo, dirigido a los directivos de las escuelas secundarias. Se acudió con las autoridades de cada escuela para presentar el proyecto y solicitar su participación en el estudio. Una vez que los directivos autorizaron la participación de la escuela, se les entregaron consentimientos informados para hacerlos llegar a los padres de los participantes, y se acordó fecha y horario para llevar a cabo los grupos de discusión.

Para realizar los grupos de discusión, los prefectos, orientadores y/o maestros ayudaron a conformar un grupo de cinco a siete estudiantes que participarían en el estudio. Se realizaron ocho grupos de discusión, uno en cada escuela; con participación mixta de hombres y mujeres, en casi todos los grupos participaron siete jóvenes, a excepción de uno en el que solo participaron cinco. Cada grupo de discusión se llevó a cabo en una sola sesión y duró entre 40 y 60 minutos.

En general participaron alumnos que tenían “hora libre”. Los grupos de discusión se realizaron en diferentes espacios como salones de clase, la biblioteca o la sala de usos múltiples, según la disponibilidad de cada plantel. Los grupos de discusión fueron conducidos por la primera y el segundo autor de este trabajo. Ambos psicólogos, con experiencia en investigación cualitativa de las adicciones de cinco años. Una vez reunidos los participantes y los investigadores (una mujer y un hombre), éstos se presentaban, les explicaban el proyecto a los estudiantes y leían juntos el consentimiento informado, en el que se les pidió escribir “acepto” o “acepto participar”, en caso de estar de acuerdo. En el consentimiento se solicitó su autorización para audio-grabar la sesión, se garantizó su anonimato y la libertad de no contestar alguna pregunta o retirarse del estudio en cualquier momento, si esa era su decisión; pues a pesar de contar con el consentimiento de los padres, se consideró que la decisión final debería ser de los estudiantes. Ni las escuelas ni los alumnos recibieron beneficios o pagos por su participación, salvo el informe técnico de la investigación.

Análisis de datos

Los grupos de discusión fueron grabados en audio para su posterior transcripción y análisis. Tras concluir la transcripción del primer grupo se realizó su análisis temático (Braun & Clarke, 2006) en el software MAXQDA versión 2018.2, siguiendo el método de la teoría fundamentada (Charmaz, 2006). El análisis se realizó mediante el proceso de triangulación de investigadores (Denzin, 1978) y el método de comparaciones constantes como técnicas de validez y fiabilidad de la investigación (Gibbs, 2007) tras concluir cada grupo de discusión hasta completar los ocho. Cuando los investigadores coincidieron en que la información de la última entrevista analizada no aportaba nada nuevo a las categorías de análisis previamente construidas se dio por alcanzada la saturación teórica.

Cuestiones éticas

Tras concluir el trabajo de campo, no hubo comunicación posterior con los participantes. Por ética y para garantizar la confidencialidad y el anonimato de los participantes, al concluir la transcripción y análisis de las entrevistas los audios fueron eliminados. Al concluir cada grupo de discusión se proporcionó información (nombre de las instituciones y números telefónicos) de servicios públicos especializados en la atención de las adicciones en Baja California.

Resultados

A partir del análisis emergieron los siguientes ejes temáticos: significados y acceso a las drogas, venta y consumo de drogas en las comunidades, venta y consumo de drogas en las escuelas, consecuencias del consumo, estrategias de resistencia y prevención.

Significados y acceso a las drogas

Si bien los participantes mencionan no conocer una definición exacta de “drogas”, expresan una noción de éstas como “sustancias ilegales”, “algo que te lleva a correr riesgos”, “un espejismo”, “sustancias dañinas para el cuerpo”, “sustancias venenosas”, “una trampa en la que casi todos caen”; es decir, reconocen el carácter ilícito y nocivo de las drogas. En todos los grupos los participantes mencionaron conocer a alguien que consume drogas, mientras que en tres grupos hubo participantes que mencionaron tener familiares o amigos cercanos que consumen y/o venden drogas:

“Un tío mío vendía, pero ya se salió. O sea, sí iba a su casa y todo, sí lo miraba fumando marihuana pero mejor me iba, me iba de su casa porque como me da asco” (participante varón, grupo 1).

El acceso que tienen a las drogas se refleja en el tiempo calculado que tardarían en conseguirlas. Según su propia percepción, el tiempo que tardarían en conseguir drogas legales va de uno a diez minutos, pues éstas se consiguen fácilmente en establecimientos comerciales. En comparación, una droga ilegal la conseguirían entre un minuto y media hora: “…depende dónde estés, si estás ahí en la esquina pues la consigues fácil, si estás en tu casa pues lo que te tardes en llegar con quien la vende, pero no tardas más de media hora”. De manera implícita o explícita los jóvenes muestran su cercanía con las drogas, los usuarios y los vendedores en sus comunidades.

Venta y consumo de drogas en las comunidades

En siete grupos los participantes mencionaron conocer sitios de venta drogas en sus comunidades: “al lado de mi casa”, “cerca”, “por ahí”, “en las tienditas”, “en casas abandonadas”, “en las calles”, “en los parques”, “en las fiestas”, “en la conecta”:

“Conecta es … es como una casa, pero donde tú vas y dices -no pues quiero tanto de droga… y ya le das (el pago), y la otra persona dice… -dile a tus amigos que aquí está la conecta, para que sepan dónde hay y dónde comprar” (participante varón, 1).

La venta de drogas no necesariamente se da por parte de personas desconocidas, pues en dos grupos los jóvenes mencionaron tener amigos que venden drogas:

“Yo tenía un amigo que vendía droga… él tenía un perro pitbull y siempre lo tenía con un chalequito, -¿por qué no se lo quitas? (el chaleco) le digo, y me dijo -no, así está bien. Y un día se lo quité y aquí (al costado) tenía unas bolsitas pegadas el perro, ahí las traía guardadas (las drogas), y le dije -¿y esto qué es? me dijo -no digas nada, y se fue” (participante varón, 5).

De acuerdo con los participantes, los vendedores de droga en sus comunidades son principalmente hombres adolescentes y jóvenes, y ocasionalmente niños: “… a mi me ha tocado ver niños de 10 u 8 años”. En el caso de las mujeres, los participantes mencionan que ellas no suelen vender sino consumir, a excepción de aquellas que lo hacen bajo el mando de algún hombre, en lugares específicos como los antros:

“Pues las mujeres… porque tengo un tío que también es policía, y él me ha contado que a las mujeres se las llevan a los antros, y ahí es donde se ponen a vender ellas” (participante mujer, 7).

En cuanto a los motivos para vender, en la opinión de los participantes, mientras los niños y las mujeres lo hacen obligados o bajo el mando de alguien más, los hombres lo hacen por decisión propia: “por que se les hace fácil”, “para ganar dinero”, “lo usan de última opción para poder sobrevivir”.

El consumo de drogas es una constante en sus comunidades: “siempre te encuentras chavos en la esquina ahí drogándose, miras las inyecciones cuando pasas por ahí”. A pesar de ello, existe un estigma hacia quienes consumen: “Aquí en las colonias pegadas sí es muy común, son muy drogadictos”, “Ahí por donde yo vivo va una bola de drogadictos y se pone a fumar ahí”. Los jóvenes transitan entre la normalización, el estigma y la aprobación del consumo de drogas en sus comunidades:

“… hay un aparato que se llama bonga. Es como una bolita y es como un tubito… pero allá le dicen bonga, y hay un muchacho que se pone… está chido porque viene con figuritas y todo, como de arcoíris y arriba tiene como al Snoop Dogg, está cura… y estaba fumando la otra vez afuera… o sea, me reí pero por el diseño que tenía la bonga” (participante varón, 2).

En cuanto a los motivos que llevan a un o una joven a consumir, existe diversidad: “para ponerse feliz”, “por moda”, “porque se siente solo”, “para llamar la atención”, “por las amistades que invitan”, “es como una opción para aquel que está ya muy desesperado, es que sufre de algo…”.

En cuanto a las drogas que se consumen, las más mencionadas fueron marihuana, cocaína, heroína, foco o cristal, inyecciones, y la chiva o chuky:

“Chuky es como… es parecido al cristal… son como unas piedritas, me dijo mi papá que son como unas piedritas, porque él antes consumía drogas, pero cuando nacimos nosotros dice que las dejó… pero dice que son como unas piedritas pero están más gruesas, como la sal en grano, y dice que las pones en una cuchara y que la hierves y te la inyectas. La agarras con una jeringa y… alucinas” (participante varón, 5).

Venta y consumo de drogas en las escuelas

En cuatro grupos los estudiantes mencionaron que en algunas escuelas hay venta y/o consumo de drogas: “… pues yo sólo supe que en la (escuela x) yo compré un día, me vendieron marihuana”, “cuando iba en primero sí pasaba, un compañero vendía”, “marihuana, cristal, perico en la (escuela x), cigarro en la (escuela x), y en la (escuela x) lo que más vendían era la marihuana”. La venta no solo sucede entre compañeros al interior de la escuela, sino por jóvenes ajenos a los planteles, a la hora de la salida:

“Pues en la (escuela x), ahí hay mucho cholo y eso, allá es donde sí me ha tocado ver que todos los días en la puerta se reúnen muchos y ahí les toca vender a las personas… o sea, que les ofrezcan” (participante Mujer, 6).

En cuatro de los grupos mencionaron no estar seguros de que exista consumo en las escuelas y en tres de los grupos algunos participantes (varones) mencionaron consumir drogas, aunque no necesariamente al interior del plantel educativo:

“Cuando yo fumaba mucha marihuana, yo iba y me gastaba más de $700 a la semana. Me compraba pura pinche tecate pa’ andar fumando, pura mota con la pandilla, ahí nos quedábamos y cuando nos la acabábamos pues ya pa’ la casa y al siguiente día otra vez gastábamos” (participante varón, 8).

“Yo vivo por una calle donde… bueno, yo un día llegué ahí con un tío y nos sentamos ahí y le decimos a un muchacho… -no, pues… ¿tienes mota? y el muchacho se acercaba y nos decía… -¿cuánto quieres? y ya le decías lo que querías… y ya se acercaba a una llanta y sacaba” (participante varón, 2).

Los relatos de consumo muestran que éste suele darse en compañía de familiares o amigos, y que la sustancia consumida generalmente es marihuana. Cuando el consumo sucede al interior del plantel, los participantes mencionan que no hay una derivación a servicios de prevención o tratamiento, sino que simplemente “los corren, luego los corren”.

Consecuencias del consumo

Entre las consecuencias del consumo en las comunidades, los participantes mencionan el incremento de la violencia, el robo y el asalto; ya sea porque quienes cometen estos delitos lo hacen bajo efecto de las drogas, o porque lo hacen buscando dinero para comprarlas:

“Una vez me llegaron a asaltar y me enseñaron la pistola. Por mi casa… hay uno que está todo pelón, todo rapado y tatuado en toda la cara” (participante varón, 7).

“Pues es que yo… cuando hay un desmadre… la última vez que fumé… me gustaba mucho… por decirlo, agarrarme a vergazos, me gustaba pelearme porque sí… nomás por gusto, pa´ divertirme, nomas para sentirme bien” (participante varón, 2).

En el caso de las participantes, mencionan tener miedo o desconfianza de salir cuando hay personas consumiendo drogas en la calle, pues han sido acosadas o agredidas:

“También las mujeres… sufren mucho por esa parte, porque yo… una vez que salí tarde de la secundaria y me tuve que ir a mi casa, me andaban rondando los cholos, andaban ya drogados y pues sí da miedo” (participante mujer, 1).

En cuanto a las consecuencias para quienes consumen, el deterioro físico y mental sucede en el mediano y largo plazo: “no están conscientes”, “se les queman las neuronas”, “la gente se queda como loquita”. Para quienes venden drogas, los participantes dicen que no hay consecuencias, sino que afectan a sus familias y a la comunidad. La única consecuencia serían los operativos, pero generalmente escapan:

“Antes no pasaban tantas patrullas casi, y ahorita casi están en todos lados… la otra vez hicieron un operativo por donde yo vivo, veníamos cerquita de una tienda y cuando íbamos saliendo pasaron dos camionetas, dos motos y dos carros… huyendo del operativo” (participante mujer, 6).

Además de los operativos, los participantes mencionan las peleas entre cárteles, lo que incrementa los niveles de violencia e inseguridad en las comunidades:

“Puede que venga un cártel… de otra colonia… y se balaceen, y puede haber una bala perdida y puede matar a otra persona. Y es que ha tocado…por donde nosotros vivimos sí ha tocado, le metieron un escopetazo a un muchacho” (participante varón, 2).

Estrategias de resistencia y prevención

En cuanto a la prevención, existen opiniones divididas entre los participantes, pues algunos consideran que son suficientes las estrategias de prevención universal, otros que la prevención debe recaer en la familia, y unos más que simplemente no es necesaria:

“No, no hay pedo, está bien. Sería como combatir la corrupción, nunca se acaba. Yo lo veo normal, para nosotros es normal, en Estados Unidos ya lo están legalizando, hay varios estados, y aquí todo mundo ya sabe donde la venden, ya no es de ¿dónde venderán? ya todo mundo lo sabe” (participante varón, 2).

En lo que sí hay consenso es en la necesidad de prevenir o combatir la violencia e inseguridad relacionada con las drogas, y en la forma de hacerlo:

“Menos venta de droga y Matar a los mariguas” (participante varón, 1).

“Que las patrullas estén rondando, que estén patrullando para que estemos un poquito más seguros, pero ya siendo más como militares o marinos que son los que tienen la fuerza” (participante mujer, 5).

La propuesta de los participantes para disminuir la violencia relacionada con las drogas sugiere la militarización de las ciudades, la persecución de los vendedores, y el exterminio de los consumidores; lo que deja al descubierto el estigma y criminalización hacia quienes venden y consumen drogas. Sin embargo, se enfrentan al dilema de la denuncia, pues en ocasiones quienes consumen y venden son sus familiares y amigos:

“Hay una forma, pero… nos estaríamos arriesgando mucho, delatando dónde venden… denunciando, pero sería muy riesgoso” (participante varón, 3).

“Puede ser anónimo, pero de todos modos… porque a veces son tus mismos familiares” (participante mujer, 5).

En el día a día los participantes se enfrentan al consumo y venta de drogas en sus entornos cercanos. Ante ello, han desarrollado estrategias evasivas para resistirse a la oferta:

“Inclusive a mi me llegaron a ofrecer… eran esos tiempos donde salíamos a las 7:20 de la secundaria y yo llegaba a la casa como a las 7:40. Y ahí por donde yo vivo, hay una persona recargada con la mochila así de lado y me dijo que si no quería droga… y le dije… -no, yo no le hago a eso; y me insistió, sí me insistió… me dijo… -ándale, te la voy a dejar barata. Le dije -no… a mi no me gusta. Me dijo… -no… quién sabe qué y quién sabe cuánto… me empezó a alegar y ya mejor me fui” (participante varón, 7).

“Pues a mi me tocó que una amiga del salón, que la invitaron a consumir… una tal droga que no me acuerdo cómo se llama… la hacían con jarabe para la tos y otras cosas… pero no aceptó, me dijo, yo no quiero entrar en eso, la verdad” (participante mujer, 1).

Discusión

El objetivo de la investigación fue comprender los significados y experiencias relacionadas con el consumo de drogas en jóvenes estudiantes de Baja California. Entre los hallazgos, destaca una cercanía y acceso cotidiano a las drogas en sus comunidades, hogares y escuelas; lo que tiene sentido con los datos reportados por el INP et al. (2017) sobre una prevalencia superior de consumo en Baja California (13.5%) de cualquier droga ilegal alguna vez en la vida, con respecto al nivel nacional (9.9%) en población de 12 a 65 años.

Vivir en contextos de venta y consumo de drogas es un fenómeno al que se enfrentan con frecuencia los jóvenes en México (Andrade, et al., 2017; Sánchez-Sosa, et al., 2014; Villatoro, et al., 2016;); quienes participan en procesos de normalización, estigmatización y resistencia. En esta investigación, se encontraron argumentos que normalizan el consumo, pero al igual que en el estudio de Faria et al. (2015) existen elementos estigmatizantes y criminalizantes dirigidos hacia quienes venden y/o consumen drogas, y hacia quienes cometen actos violentos o delictivos.

Frente a la oferta constante de consumo, algunos jóvenes reconocen usar drogas como alcohol y marihuana, generalmente en compañía de familiares o amigos; lo que no necesariamente les representa un problema, y por ende podría indicar una transición del consumo como dilema (Tinoco, 2007) hacia el consumo como práctica cultural (Palazzolo, 2014). Estudios previos han mostrado que los adolescentes suelen iniciar el consumo de alcohol con amigos que consumen (Gallego & Ibáñez, 2016), pero llama la atención el hallazgo sobre el consumo en compañía de familiares cercanos como tíos o primos, por lo que esta puede ser un área de oportunidad para futuras investigaciones.

La comprensión del inicio del consumo de drogas resulta cada vez más importante en la prevención (Neumarka et al., 2012), máxime porque para algunos de los participantes, la prevención no es la respuesta más adecuada al problema de las drogas, sino la militarización de las ciudades y la persecución de los vendedores y usuarios; situación que resulta preocupante no solo por favorecer el estigma hacia quienes consumen e ir en contra de sus derechos humanos, sino porque un modelo represivo puede favorecer la atención del problema de las drogas como un delito y no como un fenómeno social y de salud.

Ante el acceso cotidiano a las drogas, los jóvenes han desarrollado estrategias evasivas como no hacer caso, negarse o alejarse, para enfrentar tanto la oferta de drogas como la violencia relacionada con éstas; lo que coincide con el estudio de Hohman et al. (2014), quienes encontraron que los programas preventivos que inciden en las actitudes pro o anti-marihuana, pueden influir en la probabilidad de resistirse, iniciar o continuar consumiendo. De ahí la importancia de comprender e incidir en los significados, actitudes, representaciones y concepciones relacionadas con las drogas.

Se concluye que el problema de las drogas requiere regresar a la idea de prevención en vez de criminalización, por lo que una política pública de atención debe incorporar aspectos como la reducción de la oferta y el incremento de la percepción de riesgo. Considerando que dicha percepción cambia en función de condiciones sociales y contextuales (Mendez-Ruiz et al., 2018), es necesario evaluar constantemente estos aspectos con investigaciones como la que aquí se presenta. Para el caso de Baja California, es necesario que las estrategias de prevención indicada consideren las condiciones de un contexto fronterizo y que se reconozca el derecho de los usuarios al tratamiento.

La teoría fundamentada proporciona elementos para la comprensión local del problema de las drogas, las prácticas de consumo y las estrategias de resistencia; donde radican los principales alcances de esta investigación. En cuanto a las limitaciones del estudio, se encuentra el tipo de muestreo, así como la homogeneidad de participantes y de escuelas; por lo que para estudios futuros se recomienda incorporar la participación de estudiantes con distintos factores de riesgo y de protección, de escuelas rurales y privadas de diferentes niveles socioeconómicos y educativos; así como analizar las diferenciados por género.

Conflicto de intereses

Los autores de este trabajo declaran que no existe conflicto de intereses.

Financiamiento

Esta investigación se llevó a cabo con financiamiento del Programa PRODEP Nº de oficio de la carta de liberación 511-6/18-8833.

Referencias

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